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NOTICIA

CARLOS PEÑA, UN NADADOR AVENTURERO
QUE ACUMULA PROEZAS AL ESTILO ESPALDA

Noticia del 15/12/1995 - ABC

Su última gesta, la travesía del Titicaca, el lago más alto del mundo

Carlos peña, guipuzcoano de treinta años, afincado en Navarra, empieza a asombrar al mundo con sus proezas de natación. Siempre nadando a espalda, atravesó hace dos años el tenebroso lago Ness, en Escocia; en 1994 hizo lo propio en el Estrecho de Gibraltar; y este año, en enero, recorrió el río Neretva desde Mostar hasta el Adriático. En octubre se superó, al cruzar el lago Titicaca, el más alto del planeta, en sesenta horas.

Desde muy pequeño, Carlos Peña practicó el atletismo y vio que donde mejor respondía era en las pruebas de fondo, sobre todo en el maratón. Un día, casi por casualidad, descubrió que nadando a espalda se sentía muy cómodo y podía cubrir grandes distancias sin apenas cansarse. Su talante intrépido y aventurero le llevó a probar su capacidad de resistencia nadando por el río Ebro desde Logroño hasta Zaragoza, hace seis años. La experiencia le resultó satisfactoria y desde entonces ha venido acometiendo, año tras año, proyectos cada vez más complicados, siempre coronados con éxito.

CON LOS CASCOS AZULES

En enero de este año, después de haber atravesado en 1994 el Estrecho de Gibraltar, en siete horas y ocho minutos, se desplazó a la antigua Yugoslavia con una asociación de ayuda humanitaria, y en Mostar, con el apoyo de los cascos azules de la Agrupación Extremadura, hizo otra demostración de sus aptitudes como nadador; en dos días cubrió los setenta kilómetros que el río Neretva tiene desde la propia Mostar hasta du desembocadura en el mar Adriático.

Por último, a primeros del pasado mes de octubre llegó a Perú con el propósito de afrontar su mayor reto: uno los dos puntos más alejados del lago Titicaca (3.812 metros sobre el nivel del mar y diez grados de temperatura media en la superficie del agua). Para ello, el nadador español contó con la asistencia de la Marina, tanto en Perú como en Bolivia (países que comparten dicho lago como frontera natural), que le prestaron en todo momento la ayuda necesaria a la hora de interrumpir la jornada diaria de natación, desde una embarcación de apoyo en la que no faltaban un médico y un cocinero.

Después de doce días de aclimatación a la altura, el 14 de octubre partió de la ciudad peruana de Puno para, catorce días más tarde, llegar al pueblo boliviano de Puerto Pérez. Había recorrido un total de 180 kilómetros, en una travesía que nunca nadie había acometido con éxito, equipado sólo con un simple traje de neopreno y unas aletas. Cada día cubría etapas de cuatro o cinco horas que intentaba hacer coincidir con una serie de islas que el lago alberga. Solamente podía aprovechar hasta las once de la mañana, pues a partir de esa hora empezaban a soplar fuertes vientos que producían un molesto oleaje, lo cual impedía el avance del nadador. Carlos Peña recuerda que una de las jornadas más difíciles fue la segunda, en la que tuvo un desvanecimiento y vómitos. Además su labio inferior resulto quemado por los rayos solares, que en aquella altitud inciden de una forma más directa.

En cualquier caso, tanto el deportista como los dos miembros de su equipo, el coordinador Joki Orce Urteaga y el masajista Jesús Remírez, calificaron la experiencia de inolvidable y dieron por bien empleado su esfuerzo, sobre todo cuando al culminar la última etapa, en Puerto Pérez, la banda militar de música que acompañó al nadador en su partida decidió también demostrar su resistencia, tocando durante seis horas para amenizar la fiesta que los bolivianos tributaron al esforzado español. Su hazaña fue reflejada en todos los medios de comunicación de Bolivia y Perú.

En Agosto de 1991 aprovechó sus 17 días de vacaciones para hacer un “viaje” a nado de 400 kilómetros por los ríos Sil y Miño. También en verano, dos años después, viajó a Escocia “en coche y ferry” y en un par de días atravesó los 39 kilómetros de longitud del tétrico lago Ness, desafiando no sólo al supuesto y legendario monstruo, sino también los cinco grados de temperatura media de sus aguas.

En el año siguiente quiso conocer su récord de permanencia en el agua: nadó setenta kilómetros en catorce horas y veintiocho minutos. Puesto en contacto con el “Guinness” se llevó una sorpresa al enterarse de que sus hazañas acuáticas no podían ser homologadas porque el único estilo de natación admitido para estas largas distancias es el crol”. El caso es que despreciando el formalismo del libro inglés de los récords, siguió fiel a su estilo por puro amor al arte. De hecho, nunca ha ganado dinero con esto, según asegura a ABC.

NUEVOS PROYECTOS

De regreso a España, Carlos Peña vuelve a ser un ciudadano anónimo, dedicado esporádicamente a su modesto estudio de vídeo en Lodosa (Navarra), donde vive. Todos los días entrena tres o cuatro horas para mantener la forma física que le permita acometer futuros proyectos. Entre éstos figuran cruzar el río de la Plata (el más ancho del mundo), el Canal de Suez y el de la Mancha… Y sueña con algún patrocinio. De momento se conforma con dar conferencias en distintas instituciones públicas y privadas, y con esperar que el libro “Guinness” de los récords acepte el estilo espalda.

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