Hace 25 años que Carlos Peña comenzó a nadar. Su motivación siempre ha sido las causas humanitarias; la última prueba a nado le ha llevado a Andalucía.
Desde Córdoba hasta Sanlúcar de Barrameda: 270 kilómetros a nado por el río Guadalquivir. Este ha sido el último reto que se ha marcado el nadador Carlos Peña y que ha culminado con éxito en el mes de julio. Y todo por una buena causa: recaudar fondos para el banco de alimentos de Córdoba, Sevilla y Cádiz. Este año el tolosarra cumple 25 años desde que comenzó a nadar y tiene la intención de continuar marcándose más metas: “siento que soy un privilegiado, porque después de realizar las pruebas jamás me han tenido que hospitalizar y me siento muy bien con lo que hago”, asegura.
La idea de recorrer a nado el Guadalquivir surgió de la necesidad de realizar un gesto solidario en plena crisis. “Está pegando fuerte y quería hacer algo solidario para ayudar a la gente que lo está pasando mal. Vi que Andalucía era una de las zonas que más lo está sufriendo y jamás había nadado anteriormente en el río Guadalquivir, lo cual suponía un aliciente añadido”, explica el tolosarra. Contactó con el banco de alimentos y les propuso su gesta: divididos en ocho etapas o días, nadar 270 kilómetros, pasando por tres provincias. Al principio, a nivel institucional, les costó creer en el proyecto, pero enseguida consiguió ganarse la confianza de las autoridades y los agentes implicados. Al final de cada etapa el banco de alimentos realizaba la recolecta de productos.
Nada más plantearse el reto le asaltó el primer problema: en el Guadalquivir hay mareas a lo largo de 100 kilómetros. “Me advirtieron de que había influencia de mareas en parte final del recorrido y mareas muy fuertes, lo cual me iba a condicionar mucho. Y me dijeron que no iba a poder nadar a contracorriente”, explica Peña.
Reconoce que el reto, finalmente, ha sido más duro de lo que esperaba. “Estaba advertido de las corrientes, pero no pensaba que la influencia marina fuese tal. Además, en muchos kilómetros nadaba solo, no había gente ni actividad alguna durante el recorrido, y me chocó descubrir que viven de espaldas al río”, declara el nadador tolosarra.
Las brazadas solidarias de Carlos Peña, que se reconoce a sí mismo como “un activista por la paz y el medio ambiente”, han llegado muy lejos. Ha nadado en el lago Ness, el Mar Muerto, el lago Titicaca, o el lago húngaro Balaton, el más grande de centro Europa. Y también muy cerca, en su casa, Tolosa. La última vez lo hizo en julio de 2011 en beneficio de los afectados por la Esclerosis Múltiple. Su propósito fue nadar 24 horas seguidas en el río Oria. Lo cumplió.
A sus 49 años, el tolosarra se encuentra en plena forma y las motivaciones siguen vivas. “Mientras tenga salud y que las travesías no supongan tener que ir al hospital, seguiré. Tenemos muchos problemas a nuestro alrededor y soy sensible a todo ellos”, sentencia.
Carlos Peña se la juega cada vez que se sumerge en un río con los rápidos, remolinos y presas escondidas, sin embargo, es el río lo que más le gusta. “Me siento muy vivo en el río, me siento parte de él. Tiene su punto de riesgo y en cuestión de segundos tienes que tomar decisiones”, declara. El espíritu inquieto del tolosarra no le permite quedarse quieto, porque Carlos Peña está en el río como pez en el agua.
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