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NOTICIA

DOS VASCOS RECORREN EL SIL-MIÑO A NADO

Noticia del 13/08/1991 - LA VOZ DE GALICIA

Son Iñaki y Carlos Peña, dos hermanos que ansiosos de aventura, se les ocurrió un día recorrerse los ríos de España a nado y a espalda. Primero, el Ebro de Logroño a Zaragoza, después el Miño y ahora el Sil-Miño. Son 400 km de agua dulce, rápidos, animales y mucho cansancio, lo que tiene que recorrer estos dos aventureros. Si lo consiguen superarán su propio récord mundial, por lo que intentaron su inscripción en el libro Guinness de los récord. Por causas aún no conocidas no les ha sido otorgado el honor. Pero ellos no tienen otra intención que la superación personal se sus propias fuerzas. Ellos saben que no van a ganar dinero ni van a recibir honores, lo único que conocen son las posibilidades de sus cuerpos y eso les vale. La ventura tiene muy cerca el éxito, pero para ellos la aventura aún acaba de comenzar.

El hombre en todas las actividades que lleva a cabo, tiene como fin de superación personal e individual. Esta superación tiene una intención de conseguir nuevas metas, marcas o posiciones, que lleven al éxito, algo que el hombre necesita como el pan de cada día. A dos hermanos, Carlos e Iñaki Peña, se les ocurrió un día realizar la aventura de cubrir todos los ríos de España a nado, pero a estilo de espalda.

Toda persona a la que se le ocurra ésta idea puede pensarse que está loca, pero no es el caso de estos dos hermanos de Tolosa (Guipúzcoa), submarinistas y nadadores además de otras profesiones, como Delineante y monitores deportivos. Todo empezó en el año 89 cuando decidieron la primera aventura de recorrerse el Ebro de Logroño a Zaragoza. Fue después el Miño y este año, “al gustarnos tanto el recorrido y los lugares que conocimos, repetimos el Miño, pero añadiéndole el Sil”.

Los dos hermanos son voluntarios de la Cruz Roja y en ésta institución fue dónde consiguieron el apoyo de los compañeros para ayudarles a llevar a cabo la hazaña. El año pasado habían ido con un médico, este año el grupo de Enlace y Apoyo simplemente “somos compañeros de la Cruz Roja”.

El día uno de agosto partieron del nacimiento del Sil, en León y planearon la llegada para el día 17 en la Guardia, después de 400 km a nado.

Cada jornada, de las diecisiete que van a llevar a cabo, comienza entre las 8:30 y las 9:00 y termina sobre las 8:00 de la tarde. Cada 2 horas hacen los nadadores un descanso, que sirve para reponer fuerzas; agua, galletas y fruta componen su régimen. La cena es la comida fuerte, ya que la comida no está entre los planes de cada jornada. “Macarrones, carne, pescado, de todo. Depende del pueblo donde nos encontraremos”, nos declara Miren del grupo de apoyo. “Es muy duro, pero es la única forma de conseguirlo siendo ordenados y comiendo sólo al acabar la jornada de nado”, repite Carmen, peluquera metida a aventurera.

Superación, lucha contra la naturaleza

“Son muchas las aventuras que tienen que pasar, rápidos, culebras, pedruscos, no tienen descanso. Además, por causa de la temperatura deben ir con traje de buzo y con un cuchillo para protección personal”, nos declara Agustín el último componente del grupo de apoyo. El grupo de apoyo es esencial, sin él sería imposible llevar a cabo ésta aventura. “Cada mañana planeamos el recorrido y a unas horas exactas debemos estar en unos puntos concretos, no se puede llegar tarde”, nos dice Miren.

Para analizar ésta aventura –hazaña no han tenido ayudas de ninguna institución, solamente de establecimientos particulares, pagando con la consiguiente publicidad. Entre alimentación, alquiler de vehículo, alojamiento, material fotográfico, combustible y peajes superan las 600.000 pesetas.

El hombre no tiene remedio; dicen los sociólogos que el éxito reflejado en la superación personal es algo que el hombre necesita y no puede escapar de ello. En este caso es el hombre contra la naturaleza, ni el desconocimiento de sus límites impide al hombre su particular lucha contra el riesgo. El mundo necesita de aventuras particulares para creerse que aún controla el universo, la naturaleza. Dos chavales creen que el riesgo, aún siendo irrecompensable merece la pena. Merece la pena, ¿verdad?

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